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Dentro de las fuentes de energía verde encontramos una gran variedad de alternativas tales como la eólica, solar, hidráulica y la biomasa vegetal. En ésta última, entre otros, se encuentran los desechos de las actividades agrícolas y forestales. Un ejemplo aquí en Panamá, es el uso del bagazo de la caña de azúcar para generar calor o electricidad. En otros países de clima templado, se utilizan las ramas y troncos de los árboles plantados para diferentes usos de la industria forestal. Cabe recordar que el ser humano siempre ha utilizado los árboles como fuente de energía a través de las diferentes civilizaciones que han poblado el planeta.
La madera era no sólo un material valioso de construcción; también, una fuente inagotable de energía barata y eficiente. Hoy esto sigue sin variaciones. En muchos países del mundo, todavía hay pueblos que dependen únicamente de esta forma de generación de energía. En Panamá, esta realidad se observa con mucha frecuencia en las comunidades rurales e indígenas.
La actual crisis energética que vive el país nos obliga a explorar nuevas fuentes. ¿Qué alternativas existen, que sean viables? Una de las fuentes de energía renovable que genera mucho interés es precisamente la biomasa forestal proveniente de plantaciones forestales.
La biomasa forestal se puede utilizar de varias formas, por ejemplo, como “pellets” (comprimidos de madera) para produce calor en las casas durante el invierno o también como materia prima para la bioelectricidad a través de una planta eléctrica.
Para generar esta bioelectricidad, se requieren grandes volúmenes de madera provenientes principalmente de plantaciones con especies forestales de alto rendimiento energético y de rápido crecimiento (3 a 5 años, según la especie). La ventaja de esta actividad es su neutralidad en emisiones de CO2, porque lo que se quema, se recupera inmediatamente con la reforestación y así, sucesivamente.
En Panamá, esta opción puede ser viable debido a la gran cantidad de áreas deforestadas (aproximadamente 2 millones de hectáreas), las que se pueden incorporar a la economía nacional y de paso, generar empleos y proteger el medio ambiente. Para los agricultores esto puede ser una oportunidad de negocios para vender sus residuos de biomasa agrícola que surgen de su actividad. Sin embargo, se requieren incentivos adecuados y un marco legal para desarrollar esta industria bioenergética.
Con el aumento de las inversiones en el país en toda clase de infraestructura, la necesidad de energía también aumenta lo que nos obliga a encontrar nuevas fuentes alternas para suplir esta demanda. Es urgente que en el corto plazo, Panamá pueda combinar diversas fuentes de energía renovable y desarrollar parques eólicos, paneles solares y plantaciones forestales energéticas que ayudarían en gran medida a las que utilizamos actualmente, como las termoeléctricas (que generan gases de efecto invernadero) y las hidroeléctricas (susceptibles a la falta de agua en verano).
El establecimiento de estas nuevas plantaciones energéticas es una opción viable por la alta disponibilidad de tierras de vocación forestal y la variedad de especies forestales de rápido crecimiento con alto valor calorífico. Adicionalmente, se pueden promover la reforestación de las cuencas hidrográficas para asegurar su conservación y nos brinden el agua que necesitamos en verano.
Se requiere establecer incentivos para estas actividades que de seguro tendrá un impacto significativo en las áreas rurales deforestadas y una nueva fuente de energía que se puede usar todo el año. En nuestras manos está la solución. Actuemos ahora porque no sabemos que nos deparan los años venideros y sin energía, no hay desarrollo.
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